Se cierra un curso escolar y con ello, se entrevé el comienzo de otro... y así numerosos talleres, formaciones, másters del universo y un largo etcétera. También formaciones de doulas. Después de leer algunas manifestaciones personales en las redes sociales de otras doulas y también algún que otro comunicado, se mezclan en mí varios pensamientos y sentimientos...
Recuerdo que cuando quise formarme como doula anduve buscando cursos sin mucha orientación. Es cierto que venía de Argentina y allá la figura de la doula tanto formal como materialmente es distinto a cómo se entiende la doula en España (así como su complementariedad con las matronas). Me metí en internet y comencé a ver formaciones: sus contenidos (se parecían bastante muchas), el número de módulos de los que constaban, su precio, su localización, su duración, en dónde se impartían (algunas tienen lugar en otros centros de formación de otras disciplinas...), sus ponentes... Me hice una buena comparativa, según mi opinión, y, sin muchos criterios más allá de mis preferencias personales me lancé a pedir información a unas tres. Todas ellas me contestaron rápido, de manera afectuosa y clara. Finalmente me decanté por una que aún no había comenzado (volví de mi viaje en septiembre y en esa fecha empiezan la mayoría), que estaba muy cerca de mi domicilio de entonces y cuya encargada resultó simpática, cercana y seria. Realmente era un dinero considerable lo que costaba la formación y por eso, esperé a verlo claro. Comenzaba mi embarazo y principalmente quería esa formación para mí: en ese momento inicial lo de trabajar como doula no lo visualizaba aunque algo intuía: antes de comenzar la formación empecé a leer todo lo que caía en mis manos sobre acompañamiento en la meternidad y junto a mis nuevas necesidades incipientes como mujer embarazada y a mi experiencia en acompañar procesos personales en el ámbito de la educación... me gustaba lo que comenzaba a dibujarse en mi cabeza, siendo aún sólo un esbozo todas aquellas ideas y sensaciones nuevas que se agolpaban dentro de mí.
Resultó ser un espacio acogedor que me aportó diferentes aprendizajes muy útiles y válidos: ser acompañada por un grupo heterogéneo de mujeres en el que la palabra amable y el gesto cuidado hicieron el compartir vida y camino un profundo disfrute. Compañeras que nos encontrábamos codo con codo aprendiendo y hablando de quiénes éramos, lo que deseábamos y quiénes queríamos ser. Compartiendo nuestras luces y nuestras sombras como mujeres. Por eso, la formación fue una oportunidad de reencuentro conmigo misma de forma diferente a cómo había sido siempre ese trabajo de introspección que ya había ensayado en varias ocasiones: descubrirme como mujer en compañía de otras mujeres y mimar mi pasado con sus momentos buenos y también con sus oscuridades para proyectarme con más luz para servir en el acompañamiento a la maternidad de otras mujeres mientras yo estaba viviendo la mía propia.
También realicé otro tipo de aprendizajes más técnicos, más centrados en el conocimiento acerca del embarazo, parto y postparto de la mano de grandes profesionales que giran en torno a la maternidad (mujeres sabias) al tiempo que iba creciendo en mí la necesidad imperiosa de informarme más y más. Seguramente una de las cosas más valiosas que recibí en la formación fue la mirada amable y empática hacia otras maternidades y paternidades: hacia las decisiones de las mujeres embarazadas y madres. Colocarme en ese lugar de empatía, paz y comprensión me ha hecho crecer como persona y como mujer y ser capaz de enfrentar mi maternidad y las experiencias que ha llevado consigo de una manera madura y tranquila.
Y es que el acompañamiento es un arte.
Un arte que en España no está reconocido como profesión: no hay unos estudios formales, oficiales, institucionalizados, homologados... de doula. Lo cual es un fastidio... además de una pena (está demostrada la utilidad de la presencia de la doula durante el trabajo de parto, por ejemplo, para evitar partos instrumentales, episiotomías, cesáreas y compañía y favorecer partos normales y vaginales aparte de lo bueno y lo saludable que es un acompañamiento emocional continuo y personal durante el mismo para la mujer...). Y al no estar reconocido como profesión ocurren cosas malas, aunque también buenas (como en toda enseñanza no reglada y fuera de las instituciones educativas). A las malas se las da mucha prensa (ojo, no digo que no haya que darla): mujeres que se hacen llamar doulas y realizan prácticas que no competen a la doula sino a la matrona, formaciones que prometen profesionalización cuando ésta es imposible porque no existe legalmente nada así para las doulas... Sí, hay mucho desamparo que deja la puerta abierta a todas estas cosas... y otras también desagradables (persecución de doulas por parte de matronas...). Está claro que hay que arrojar luz sobre la figura de la doula: darla a conocer, mostrar la importancia del acompañamiento durante la maternidad (por alguien a quien la mujer embarazada/madre quiera ser acompañada... llámese doula, prima o hermana...), la actual medicalización de los procesos de la maternidad y otros muchos aspectos que de forma implícita o explícita van de la mano de la figura de la doula. Por ello es bueno aclarar públicamente qué es una doula y para qué sirve (así cómo que no es una doula y para qué no puede servir, qué prácticas no son de su competencia, etc.). También, como se ha dado ahora el caso, hablar de qué no es bueno ofrecer en las formaciones (colectivamente hablando y para ser honestas con las mujeres a las que pretendemos formar y acompañar).
La otra cara de la moneda de este desamparo profesional es la aparente necesidad de algunas doulas de presentarse como "algo más" que doulas: numerosas terapias, técnicas... corporales, mentales, espirituales y un largo de etcétera que aparecen como complementos de la doula. Personalmente creo que está genial que cada una se forme en lo que sienta que debe formarse. Pero lo que está claro es que no por ser terapeuta en x o profesora de yoga/pilates/x o psicóloga o lo que sea en lo que me haya formado soy "más" doula. Para ser doula tengo que acompañar. Ya está. Todo lo demás me enriquece personal y profesionalmente pero una que es psicóloga y doula no puede, por ejemplo, como doula tratar una depresión postparto. Otra cosa es que trabaje como psicóloga tratando depresiones postparto. Pero una doula no puede diagnosticar o tratar una depresión postparto. Me explico, ¿verdad? Parece que ser sencillamente doula es no ser nada y necesitamos un montón de títulos que avalen nuestra persona...
Es una lástima que las formaciones de doula no estén regladas por ley en este país, pero como dice Yolanda "crecemos y somos una realidad". Ya va siendo hora de a esta realidad se la nombre legalmente. Dar nombre a las doulas sería definirnos y así, por fin, arrancarnos del interrogante de nuestra existencia.
Es una lástima que las formaciones de doula no estén regladas por ley en este país, pero como dice Yolanda "crecemos y somos una realidad". Ya va siendo hora de a esta realidad se la nombre legalmente. Dar nombre a las doulas sería definirnos y así, por fin, arrancarnos del interrogante de nuestra existencia.
Para saber qué es una doula, encontrar alguna formación maja, aquí.